Los muxes del Istmo en Netflix

Por el título y temática, El secreto del río remite inevitablemente a Secreto en la montaña. Sin embargo, aquí el secreto no radica en una relación escondida o la sexualidad reprimida.

Antonio Pacheco Zárate

Lo muxe parece ser ya una marca oaxaqueña que lo mismo genera arte que dinero. Alrededor de esta corta y musicalizada palabra orbitan el misticismo, el morbo y, sobre todo, la ignorancia. Muchos podemos, antes de ir a Google, tener estas interrogantes: ¿por qué se dice “los muxes” y no “las muxes”? Especialmente en estos tiempos en que lo correcto pesa más como moda que como convicción. ¿Por qué se habla de un tercer género respetado en sus comunidades al mismo tiempo que, al conocer sus historias, descubrimos discriminación?

La palabra muxe puede traer varias y famosas referencias a la mente: Bésame muxe. Carmín Tropical. Finlandia. La vela de las intrépidas. La creciente cantidad de gente que acude a conocer más de su cultura o a realizarles una entrevista. Misticismo. Mito. El muxe que trabaja mientras su hombre se mece en la hamaca, cerveza en mano y cartón lleno al pie. El insulto. La admiración. La curiosidad.

“Soy tu muxe, soy tu reina, la que anda de vela en vela. Soy la fiera y la guerrera, la perfecta cocinera. Soy el hijo que negaste, pero la hija más perfecta”. (Chula / Nathanael Lorenzo Hernández).

Por el título y temática, El secreto del río remite inevitablemente a Secreto en la montaña. Sin embargo, aquí el secreto no radica en una relación escondida o la sexualidad reprimida. Aquí el muxe se pone un vestido y sale a la calle moviendo las caderas, a veces machete o palo en mano por si alguien se le pone al brinco. Y no esconde sus amores, los presume, mientras el amante en turno niega todo, pero se contradice a propósito en un gesto.

El secreto del río sí nos cuenta de amores, pero el hilo conductor principal es una entrañable amistad que, para quienes venimos de contextos machistas, podría parecer idealizada en algunos momentos, pero eso es detalle menor en una trama bien construida que cuenta con buenas actuaciones y transcurre en bellos o reconocidos paisajes del Istmo oaxaqueño.

Disponible ya en Netflix.

Algo en lo que quizá queda a deber, tal vez por cuestiones de derechos de autor, es en el soundtrack. Y es que la región pudo haber aportado temas icónicos en ritmo y letra, y poco conocidos en otras partes. Eso sí, habrá quienes agradezcan no haber escuchado por millonésima vez La Sandunga o La Llorona en estas tierras donde —fuera de discusión su belleza— suenan ya como música de un organillero para alegrar el oído del turista.

Hoy día, en que algunas voces denuncian propaganda o adoctrinamiento en las narrativas sobre diversidad sexual, El secreto del río demuestra que entre el misticismo, el morbo o la ignorancia en torno a los muxes, existen situaciones y pensamientos repetitivos, esto a través de uno de los diálogos más reveladores de la serie. Las palabras que tantas veces, en tantas regiones del mundo y no siempre de modo aparentemente amoroso, le ha dicho un padre al hijo: “Yo te quiero mucho, sólo que… prefiero un hijo muerto, que un hijo puto”.

*Antonio Pacheco Zárate es autor de Sol de agosto, Centraleros y Afuera está el abismo. Puedes leer sus opiniones cada semana en Terra Sur.

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