La FILO: cerca del negocio y lejos del lector

Antonio Pacheco Zárate

Gloria Trevi, quien lanzó su primer disco a finales de los años ochenta, cuenta una anécdota: deseaba un videoclip para su primer sencillo, pero no era una artista conocida y la disquera no quiso invertir dinero en alguien y algo que no sabía si habría de “pegar”. Después de su presentación en Siempre en Domingo, Doctor Psiquiatra ascendió a los primeros lugares de popularidad. Entonces, emocionada, creyó que su tema se había ganado el derecho a tener el videoclip. Pero la respuesta fue: ¿Para qué, si ya pegó?

Oficiales o disidentes; de nombre conservador o contestatario otras, las ferias del libro terminan siendo eventos de intelectuales para intelectuales, somníferos con stands de pasillos con gente que revisa contraportadas y vuelve a depositar con cuidado los libros, como si fuesen de cristal; rituales alejados del gusto del público que no lee o lee poco; fiestas aburridas que sólo atraen a lectores que los escritores ya han atrapado.

Alfonso es un hombre que anda en la medianía de los cuarenta, atiende su negocio ubicado en una de las principales avenidas de Oaxaca y, aunque tiene internet y tiempo para ver películas, le gusta un poco la lectura y lee de vez en cuando los libros que le prestan los amigos.

—Me gusta un poco de todo, pero prefiero las novelas.
Cuando le pregunto si ha escuchado hablar de la FILO, responde que sí, pero la confunde con un centro cultural como la Casa de la Cultura, cuando le aclaro qué es, responde:
—Aaah, la Feria del libro.
Muestra un poco de vergüenza por su confusión, pero también le aclaro que no es él quien debe sentir vergüenza de no saber qué es la FILO.
—Pues he escuchado algo, creo que las hacen cada año. En una ocasión pasé por el zócalo y había una, pero no me detuve.
Cuando le pregunto por qué no se detuvo, responde que llevaba prisa. Ya no le digo que uno no tiene por qué sentirse mal por no detenerse en donde no hay nada que nos atraiga.
—¿Por qué estos eventos no resultan atractivos?
—Porque a mucha gente no le gusta leer y porque no hay mucha publicidad.
Tampoco le cuento el conflicto que se arma cada año tras bambalinas por el asunto de la publicidad, los subsidios, la rendición de cuentas en los objetivos, las columnas y artículos de opinión aquí y allá, el “quítate tú pa´ ponerme yo”, el “menciono este nombre, pero este otro no; culpo a este pero de este hago como que no existe y si alguien quiere que exista, que lo diga él y a ver quién le pone el cascabel al gato o le jala las patas al león”.
—¿Qué tendrían que hacer estas ferias para lograr la atención de la gente?
—Agregar música, tal vez.
No lo hago partícipe de mi flashback: un grupo de escritores estamos en un evento en el que han mezclado la presentación de escritores con segmentos culturales de canto y baile. El público aprovecha nuestra participación para revisar sus redes sociales o ir a estirar las piernas.
—¿Por qué a la gente no le gusta la lectura?
—Porque a algunos les aburre, o no están acostumbrados.

Gloria Trevi en 1989.

Vienen a mi mente esos mamotretos intelectuales de prosa cargada de palabras sujetas a la interpretación del diccionario; esos otros elaborados sin respeto por la intelectualidad pero tampoco para con el lector, y pienso que la única salvación para no cargar con innecesarios cuestionamientos existenciales es mantenerse, como Alfonso, alejado de los espacios y eventos culturales y muy cercano a los libros que, como a él, le recomienda la publicidad de boca en boca, al arte que se desborda en sí mismo y al toparlo en cualquier sitio nos detiene y nos obliga a observar embelesados.

Alfonso termina el intento de entrevista, dice que va a almorzar. No lo culpo ni reprocho. La vida es muy corta para desperdiciarla jugando ajedrez”, dijo no sé qué mente brillante. Y al final, sólo puedo concluir en que estas ferias tienen problemas de origen sin solución, el primero es que no son Siempre en Domingo, ni los escritores somos, ni han sido, ni seremos rockstars, ni los lectores son fans; y el último, aunque es el primero en orden, es que después de tantos años de celebrarse, parece que estas ferias todavía no saben cómo conseguir su principal objetivo: hacer que la gente que no lee lea. Porque promocionar libros y escritores que ya son famosos, no es otra cosa que hacerle videoclip a la canción que ya pegó.

*Antonio Pacheco Zárate es autor de Sol de agosto (de descarga gratuita en Google Play Libros), Centraleros y Afuera está el abismo.

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