El mal de nuestros tiempos: una entrevista al poeta Israel García Reyes

Zagreo Yaco

Creo sin mucha confianza que solo escribí dos cartas en mi vida. Motivado por algún programa de lectura, en la primaria escribí una carta dirigida otro niño en una primaria desconocida. Palabras para un remitente desconocido. El ejercicio nunca abandonó mi memoria. Más tarde conocería las novelas epistolares y víctima de mi generación (esa en la que los celulares comenzaron a tener cámara,) me parecieron obsoletas y me costaba sostener tramas que se resolverían con un simple mensaje de texto.
Exigido como todos a volver al pasado para encontrar respuestas, vuelvo a ese recuerdo infantil que sostiene todavía intacta mi curiosidad por la escritura y quienes escriben. De ahí que emulando aquellas conversaciones epistolares de otros tiempos, comienzo este ejercicio platicando con el poeta Israel García Reyes.

A Israel lo conocí en el taller Cantera Verde, de Julio Ramírez, donde también conocí a escritoras y escritores que hoy ya son rastreables a partir de su obra publicada. Años después y ambos siendo editores en diferentes periódicos me sentí naturalmente reflejado en Isra, éramos dos poetas trabajando como editores en medios impresos donde lo menos importante era la poesía, pero era la única forma de estar cerca de las letras y vivir de ello; me atrevo a decir que las redacciones en los periódicos oaxaqueños albergaron a buena parte de los escritores oaxas que hoy día se mantienen vigentes.

Isra, lejos quedaron esos años de Cantera Verde, ¿crees que se necesite volver a revivir un taller permanente de poesía en la ciudad de Oaxaca?

Creo que los talleres literarios son necesarios en entornos donde se carece de posibilidades para la profesionalización de quienes desean dedicarse a las letras. Pero también creo que se requiere de diversos tipos de ejercicios y no que sean necesariamente permanentes. Por otro lado, pienso que los talleres aunque no deben ser permanentes, sí necesitan ser intensivos. De al menos un año. Los que duran 2 o 3 sesiones de 50 minutos cada una en que se abunda en determinados estudios comparativos, me suenan más a la necesidad personal de alguien que hizo una tesis y trata de justificarla, más que en propuestas que verdaderamente impacten en la enseñanza y formación de los asistentes. Por experiencia puedo decir que necesité de al menos tres años de tomar talleres, a manera de una licenciatura, para empezar a formar un criterio y tener los resultados que esperaba.

En el caso de la poesía hay elementos indispensables que no te va a enseñar el autodidactismo. Por ejemplo, ¿cómo iniciar un poema, por qué es tan importante el primer verso? ¿Cómo mantener el sujeto, cómo reconocer la musicalidad, el ritmo, la unidad de un poema? ¿Cómo hacer el remate?


Lo que me gusta de estos ejercicios es que pueden ser verdaderas guías de aprendizaje para conocer el oficio. En el caso de la poesía hay elementos indispensables que no te va a enseñar el autodidactismo. Por ejemplo, ¿cómo iniciar un poema, por qué es tan importante el primer verso? ¿Cómo mantener el sujeto, cómo reconocer la musicalidad, el ritmo, la unidad de un poema? ¿Cómo hacer el remate? ¿Qué palabras son más complicadas de utilizar por su uso coloquial? ¿Cómo evitar caer en los lugares comunes? Además, está la opinión de los talleristas sobre los textos que se presentan, las lecturas que se recomiendan y el aprendizaje mutuo producto de la interacción con otros compañeros y compañeras. La autocrítica y el rigor, la disciplina y la interacción que se establece. Por otro lado, acostumbrarse a tomar taller de por vida es una mala práctica porque se cae en el riesgo del apapacho, del elogio producto de la amistad. En suma, hay que tomar talleres para formarse y luego dejarlos y seguir creciendo.

¿Crees que hay una edad para dejar de escribir poesía?
No. Pienso que cada quién tiene sus procesos creativos y sus momentos de sequía. Lo cierto es que leer te despierta el deseo de escribir. Así que primero debemos leer y dejar que la poesía venga.

¿Por qué a los escritores les ha dado por querer ser más que escritores, ahora quieren ser pintores, actores, performanceros?, ¿es necesario hacer circo, maroma y teatro para que te lean por diez minutos?
Respeto a quien lo hace. En mi caso prefiero concentrarme en pocos proyectos, incluso en uno a la vez. No doy para tanto. Hay a quien se le da. Yo soy sólo poeta y narrador. Prefiero intentar desempeñarme dignamente en una disciplina. Lo peor sería realizar muchas cosas y no hacer bien ninguna. Creo que hay una confusión entre buscar ser una figura o un personaje y en desarrollar un oficio con propuesta, respeto, talento y compromiso. Por otro lado, estamos en la época del egocentrismo y las redes sociales. Hay una desesperación por atraer la atención a como dé lugar. Como no pertenezco a esa generación, mis aspiraciones son más modestas.

Pienso que la literatura propositiva y de calidad, la que reviste ingenio y talento, ya no está en las grandes editoriales que prefieren publicar a recomendados. Veo muchos rockstars pero nada de vocación. Veo imagen, pero nada de fondo. Es el mal de nuestros tiempos.

¿Crees que en Oaxaca se reconoce únicamente la escritura de las víctimas?
Ojalá que no. Si me preguntas por la postura de quien se asume como tal para realizar un proyecto literario o artístico, pues es una tendencia mundial. Pero debo decir que cuando no existe honestidad, una postura como ésta no puede sostenerse. Tampoco puedes basar toda una trayectoria en una sola temática porque te haces predecible y pierdes verosimilitud. Muchos buscan ejecutar hechizos de un momento, pequeños fuegos artificiales influenciados en las modas, pero pasado el tiempo se olvidan; no hay trascendencia.

A Orson Welles le preguntaron si contrataba a sus amigos en sus películas y respondió diciendo que era un error que nunca se cansaba de repetir, que había personas más calificadas pero siempre confiaba antes en sus amigos, ¿pasa lo mismo en el mundo editorial oaxaqueño?
Sí pasa, pero sucede en todo el país y en todos los niveles. Con frecuencia veo dictámenes de premios literarios en que se habla de todo menos del proyecto ganador. También veo cuartas de forro y comentarios de obras que hacen lo mismo. Lo peor es ver a las grandes editoriales publicando textos intrascendentes. Es fácil reconocer un título literario banal porque en las sinopsis se destacan elementos sociológicos o étnicos y se ponderan luchas sociales por encima de la calidad y las características de las obras. Si se leen sinopsis de narrativa, subrayan todo menos la trama. En cambio en poesía, por ejemplo, se cae en lo mismo, sin tocar nunca alguno de los versos recomendados. Pienso que la literatura propositiva y de calidad, la que reviste ingenio y talento, ya no está en las grandes editoriales que prefieren publicar a recomendados. Veo muchos rockstars pero nada de vocación. Veo imagen, pero nada de fondo. Es el mal de nuestros tiempos.

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