Apuntes sobre Temporada de Huracanes

Antonio Pacheco Zárate

Así como cuando miras a una persona y piensas: “Este fulano se parece muchísimo a Zutano, pero no es”, así, así me pasó con Temporada de huracanes la película. Se parece mucho, muchísimo a Temporada de huracanes el libro, pero no es.

Quizá la diferencia radica en la imposibilidad de trasladar a la pantalla el poder de la prosa, la extraordinaria prosa de Fernanda Melchor en ese libro. Algo similar a lo que ocurría con la de García Marquez, y que ha hecho que las películas basadas en su obra no pasen, en el mejor de los casos y según la crítica, de un buen intento.

La prosa de Melchor es tan poderosa y trepidante como débiles las escenas y lento el ritmo de la película, me quedó la impresión de que los realizadores confiaron demasiado en que el espectador llegaría con el libro leído y se encargaría por sí mismo de rellenar los huecos argumentales.

Pero si el libro se leyó hace tiempo, o no se recuerda lo suficiente, esos huecos quedarán rellenados con retazos que nada o poco tienen que ver con la historia original. O quizá confiaron en que la adaptación bastaría para armar una historia que, aunque un tanto distinta en su interpretación, no decepcionara al espectador. Cosa que es posible, porque tampoco es un bodrio y tiene buenas actuaciones y una bella fotografía. Pero a diferencia de quienes leímos el libro y queríamos ya verla en el cine, creo que difícilmente alguien sentirá la urgencia, o lamentará la pérdida de su lectura después de ver la peli. Pasa algo curioso, en literatura se dice que es mejor mostrar más de lo que se cuenta; y esta cinta me lleva a suponer que en el cine, de algún modo, se debe contar más de lo que se muestra.

Un poco de lo anterior, pudiera notarse cuando al mirar la peli uno piensa: “Esto me lo imaginaba de tal modo y no así, aquello otro pensaba que era así y no asá”. Y no, no creo que, en este caso, tenga que ver con la libre adaptación de una obra, sino con lo lejos que están y se mantienen los sectores privilegiados de una realidad diferente a la suya. Supongo que no es lo mismo escribir de un tema inspirado en lo que observas con un fin determinado (la logística de la miseria a través de teclazos en una Mac y desde un Starbucks) que si lo vives o es parte de tu entorno; y así, la pobreza o la miseria se dibuja de acuerdo a los límites y prejuicios personales del autor.

En lo personal no me provoca bronca el retrato de la miseria, cosa que se ha convertido en una queja constante, como si por no retratarla dejara de existir. La bronca que tengo es que parece un producto que se cuece en su jugo antes de emplatar y exhibirla sin acompañarla de nada más. Es como si algunos escritores, directores, intelectuales y demás pensaran que en los círculos de miseria, como en los que vivimos muchos en este país, no pudieran ocurrir entramados o sentimientos como el amor sino una serie de consecuencias del mero instinto animal.

Una analogía, y una muestra al mismo tiempo, de la diferencia entre el libro y la película, es la escena en la que la abuela corta a tijerazos el cabello a la nieta. Lo que vemos en esa escena, esa pasividad, esa carencia de fuerza, es como transcurre la película en general.

*Antonio Pacheco Zárate es autor de Sol de agosto (de descarga gratuita en Google Play Libros), Centraleros y Afuera está el abismo.

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